Dos opiniones encontradas respecto a lo nuevo de Foo Fighters: Sonic Highways. ¿Lo escuchaste? ¿De qué lado estás?
Con 20 años, una banda puede permitirse ciertos lujos. Recorrer ocho ciudades de Estados Unidos y grabar en estudios emblemáticos para el rock contemporáneo puede ser el más obvio de Sonic Highways, pero por las razones equivocadas. Aunque a primera vista la intuición marque que difícilmente para los Foo Fighters la cosa no haya sido más que una buena idea para llevar adelante un documental con HBO y hacer más entretenida la concepción del álbum, esa suposición termina por revelarse reduccionista.
Es posible que el verdadero gusto consista en haber editado un disco que no concede ni un tranco de pollo en ningún plano. Es cierto, no lo hace en cuanto al desarrollo exhaustivo de cada uno de los ocho tracks (solamente dos rondan los 4 minutos, el resto es de 5, 6 y hasta 7) y tampoco adolece de cierta monotonía que asomaba en Wasting light, sino que propone una variedad que demanda atención. Aún así, el atractivo del disco pasa por otro lado.
La erudición de Grohl en torno al género llevó a la banda a componer y grabar “influenciados” por atmósfera y escenas de algunos de los estudios más importantes de Chicago, Austin, Nashville, Los Angeles, Seattle, New Orleans, Washington y Nueva York. Ese detalle desafiante, esa necesidad de tirarle una idea al tipo que está del otro lado para que –aunque sea– googlee quién es Steve Albini y quiénes grabaron en su estudio de Chicago, es el gran gesto de Sonic Highways.
Porque seguramente un porcentaje muy bajo de la enorme base de fans de FF tenga en cuenta esos datos a la hora de reconocer en cada uno de los temas a un futuro clásico, y sin embargo ahí están, disponibles para los que quieran llegar a lo que subyace. Que el rock busque echar luz suena más vintage que un Marshall valvular. Y es lo que hay que celebrar.
Taylor Hawkins, baterista del grupo norteamericano Foo Fighters, ha declarado que el último disco de los irlandeses U2, Songs of innocence, le suena a “pedo”. Se valora su sinceridad, pero en el mainstream hay una regla no escrita pero muy vinculante que dice “entre fantasmas no nos vamos a pisar las sábanas”. ¿En el mainstream? Sí, en el mainstream, porque a estas alturas todos estamos más o menos de acuerdo que FF cultiva un rock entrador y potente ideal para cautivar a escala estadio, la que U2 desarrolla desde hace décadas hasta fosilizarse y pensar en ediciones invasivas.
De alternativo, nada más le queda a FF. Y si bien el contenido de Sonic highways, la reciente entrega de la formación capitaneada por el ex Nirvana Dave Grohl, está a años luz de la categoría “pedo” que Hawkins instituyó desde la diplomacia cero, tampoco pasará a la historia como algo superador. Hay riesgo, cuelgues, eficacia melódica y un modo compositivo que ha tensado los manierismos de Dave Grohl (los guiños a Queen son emocionantes, realmente), pero la obra trascenderá por haber sido concebida en diferentes estudios de grabación de Estados Unidos, todos espacios míticos y relevantes en la historia del rock. Una vez más, en FF se destacan las condiciones de producción por encima de la producción en sí. En este caso, por haber encarado algo así como el De Ushuaia a La Quiaca gringo.
Ahora bien, nos pongamos pragmáticos e imaginemos qué temas de Sonic highways engrosarán la lista del show de FF en el Único de La Plata, en enero de 2015. Arriesgo la apertura Something from nothing, la balada progresiva What did I do, God as my witness, el arrebatador Outside y el cierre de medio tiempo I’m a river. Son cuatro sobre los ocho temas de un disco que merece tres estrellas de cinco.