Dos opiniones de periodistas de VOS en torno al que suena como uno de los temas del verano, el hit de Mark Ronson y Bruno Mars.
Sin un claro vencedor en el horizonte, Uptown funk puede considerarse el hit del verano. O al menos es el más claro de todos los posibles candidatos de esta temporada.
Esparce su encanto en las radios, los paradores, los boliches y en cualquier fiesta equipada con buenos parlantes. El productor Mark Ronson armó una base adhesiva con los mejores elementos del funk y llamó a Bruno Mars para que le imprima su estilo arrogante al cantarla. Combinación perfecta para estas altas temperaturas.
Algunos suspicaces han remarcado que la canción tiene muchos puntos en común con otras del estilo (el funk de finales de la década de 1970 y de buena parte de la de 1980) y razón no les falta, pero ese es justamente el concepto que Ronson suele explotar en sus producciones: tomar lo más atractivo de la música negra y reubicarlo en el presente con un tratamiento sonoro actual, más pulido, con segmentos rítmicos más marcados. Es lo que hizo, por ejemplo, con Back to black de Amy Winehouse, responsable del revival que experimentó hace unos años el soul, un género que a partir de ese disco empezó a ser consumido por muchos jóvenes.
Nada garantiza que a partir de Uptown funk vaya a ocurrir algo equivalente. En todo caso, la semilla está plantada.
Sería genial que después de escucharla, algunos comenzaran a buscar en Spotify discos de Prince o Sugarhill Gang, pero tampoco hay que ser tan exigentes. De momento, la sociedad Ronson/Mars le hace frente a un aluvión de pop insulso, electrónica de calidad bastante discutible y otros productos similares.
Faltan algunas semanas para la coronación, pero algunos ya apostamos nuestras fichas a la dupla.
Desde que una marca de cerveza bautizó a las melodías pegadizas estivales como “la canción del verano”, las radios y los programas de tevé se han dedicado a ordeñar la teta del hit “instalado” hasta dejar a la audiencia empachada. Cada comienzo de temporada las radios sacan de la chistera el mismo conejo psicótico y parlanchín que entona esa melodía tan pegadiza como secante. “La canción del verano” sirve tanto para musicalizar un desnudo parcial y provocador como para hacer bailar a los conductores en la apertura de un programa de tele. O para que los medios tengan una fija que no falla cuando no saben qué otra música poner para generar clima de enero.
Hubo honrosas excepciones a estos productos seriados, un puñado de canciones que no se quedaban patinando en el barro del pasito gangnam style, algunos temas que, en efecto, tenían madera de hit pero que además aportaban algo (buena letra, buena melodía, buen cualquier cosa), un plus que conmovía otras fibras. Hoy el éxito se mide con cantidad de vistas en YouTube, en cantidad de autos con ventanillas bajas y la canción al mango. En este plano, Uptown funk, cumple con las normativas del lugar común: pasitos de baile que pueden imitar con gracia hasta los más pataduras, una “córeo” ejecutada por una troupe de latinos y negros “con onda”, que usa remeras debajo de los sacos arremangados al estilo Mateyco. El vestuario también tiene los infaltables anteojos de sol, los sombreros y accesorios (anillos y cadenitas).
Completan el cuadro mujeres curvilíneas que se pasean frente a los cantantes, autos caros y ostentosos, un estribillo insufrible y un racimo de estereotipos que da gusto observar como fenómeno antropológico. ¿La canción es buena? Parece que sí; 97 millones de visitas no se pueden equivocar.