Dos opiniones sobre el grupo británico, que llegará a Córdoba en octubre para presentar su disco Drones.
Advertencia: quienes busquen sutileza en la música deberían evitar a Muse. No la van a encontrar porque es un grupo apuntado a los estadios, con un sonido ampuloso y estrafalario que se inclina por la épica, fundamentalmente en los arreglos y en la voz teatral de Matthew Bellamy, su cantante y guitarrista.
Dicho esto, no nos detengamos en la pomposidad de la banda británica, que llegará a Córdoba en octubre para actuar en el Orfeo. Su último trabajo lleva por título Drones, es un disco conceptual y, como tal, ambicioso: a su manera, busca ser la banda sonora para un mundo en guerra permanente (real o paranoicamente cercana), que tiene a su disposición una tecnología cada vez más aséptica y “racional” para el uso bélico. Para ello, el grupo se vale de riffs de guitarras saturadas y pirotécnicas, teclados brillosos, ritmos marciales y otros recursos efectivos (y cercanos al cliché, hay que decirlo) que sirven para realzar el timbre atlético e híper afinado de Bellamy.
Los resultados podrían sonar caricaturescos, pero no es el caso. Hay momentos en que Drones consigue transmitir cierta asfixia, una sensación angustiante, mientras que en otros pasajes da lugar a la resistencia, como una luz titilante que proyecta un futuro posible. Esto diferencia a Muse de otras agrupaciones que entienden el Zeitgeist como una batalla perdida y transmiten ese pesimismo en su música. Muse parece decirnos que las cosas están mal, pero hay formas de aguantar y vencer. Se puede interpretar como una mirada un poco ingenua, pero qué mejor lugar para depositar nuestras esperanzas que en las canciones (tal vez sea ésa una de las razones por las cuales el grupo de Bellamy conecta tan bien con el público adolescente, menos formado pero más pasional que el adulto).
“Mi corazón es fuerte/ Porque ahora sé a donde pertenezco/ Somos vos y yo contra el mundo/ Somos libres”, canta en Aftermath, al cierre del disco, la canción de un soldado que vuelve a casa. Y un corazón libre vence cualquier intento de cinismo.
Cuando creés que en una canción ya no cabe otra cosa más que un final abrupto o un mantra en fade out, los británicos Muse se las ingenian para sumar hasta un arreglo sinfónico coral. Pasa en su último disco Drones. Más precisamente, cuando engarzan The Globalist con Drones (el tema): todo empieza con silbidos propios del spaghetti western, promedia con hard rock oscuro y concluye con el citado movimiento, redondeando un total de 13 minutos.
Teniendo en cuenta un contexto de música fácil y de asimilación de ésta mediante dispositivos portátiles, ofrecer en el rock una pieza de esa duración puede interpretarse como una toma de posición. Palmas para Matt Bellamy (voz y guitarra), Christopher Wolstenholme (bajo) y Dominic Howard (batería) por su lucha contra la fugacidad y la dispersión, sólo que también vale observarles cierta falta de fluidez natural al momento de anexar las partes. Más que de zapadas sin red, estos tracks parecen productos de collages caprichosos en etapa de post producción. Todo vale, claro está, pero en ocasiones, se le ven los hilos a las telas cosidas de modo burdo.
Por otro lado está cómo activan la carga conceptual del disco: un soldado se convierte en dispositivo móvil asesino (un drone) tras recibir los gritos desaforados de un superior, aunque luego intentará rebelarse contra ese sometimiento. Para el mundo conspiranoico de hoy (donde los hackers a veces resultan más desestabilizadores que una invasión o un atentado), quedarse en este nivel de manipulación parece algo naif. Sin embargo, hay un atenuante en este aspecto y llega con un discurso de JFK que vale la pena analizar en relación al resto de la obra.
Muse actuará el 19 de octubre en el Orfeo Superdomo y se descuenta que ofrecerá un show espectacular, tanto sonora como visualmente. La única contra a priori es que semanas antes pasará Queen por ese mismo espacio. Queen, una banda con la que Bellamy parece obsesionado, ya sea al momento de cantar o de tocar.