Las guerras que se están librando en este preciso momento, la tensión creciente y demás, no hacen más que fortalecer la misantropía del cantante británico Morrissey, que ha titulado Word peace is none your business a su más reciente disco.
Es así, mientras posteás fotos de niños mutilados en Gaza por la ofensiva Israelí, o al separatista ucraniano prorruso admitiendo que fue su milicia la que derribó al avión malayo, el ex cantante de The Smiths podría arquear la ceja y contestarte "yo te avisé". E inmediatamente reproducirte la obra en la que trabajó en el tiempo que se hizo entre la publicación de su autobiografía y el crecimiento del índice de vulnerabilidad de su propia anatomía, algo que lo llevó a la cancelación de algunas giras.
Hace rato que Mozz perdió la fe en la humanidad, sólo que en este disco se enfoca en ella como nunca antes, y con la particularidad de un expresión vocal macerada en teasers de puro spoken word. Vale recordar, por ejemplo, el clip con Pamela Anderson grabado en una terraza angelina vecina al edificio de Columbia, donde el cantante recita la lírica de Earth is the lonelist planet.
Desprovisto de instrumentación, resultaba letal la línea de texto "y los humanos no son realmente muy humanos". Ni hablar con el disco sonando: la voz enfocada en su función retórica vuelve sublime a la canción, por más que el respaldo sonoro dé un poquitín de vergüenza ajena por su la instrumentación electro bossa con proyección ¡¡¡hispana - tanguera!!!
En The world..., Morrissey ajusta la mira para dar en sus blancos habituales, aunque con el paso delante de darle un toque de multiculturalismo. Porque si bien en el tema que da nombre al disco, que lo abre como balada de medio tiempo, se carga el problema universal de la responsabilidad social del voto ("los ricos tienen que ganar dinero y hacerse más ricos; y los pobres tienen que seguir siendo pobres; cada vez que votás, apoyás el proceso"), hay un paneo global que permite justificar por qué vale la pena transitar la senda del disfuncional y/o del incomprendido.
En I'm not a man, Mozz arremete contra los mandatos culturales del macho y sugiere, previo crescendo entre marcial y sentimental, que el cáncer de próstata es la contrapartida por su supremacía. En Istambul pone el llamado a orar de una mezquita como prolegómeno de una agria historia de padre que busca encontrar a su hijo en la ex Constantinopla, así como en Bullfighter dies se carga a los cruzados de la tauromaquia. A esto lo hace sobre unos de los pocos tracks redondos del disco y no tan intervenidos por el discutible productor Joe Chiccarelli. Es más, si no sonara el acordeón que suena, podría pasar por un tema de los Smiths.
Staircase at the university es otro gran momento que puede aproximarse a First of the gang to die, por citar a uno de los últimos himnos categóricos del Morrissey contemporáneo, y versa sobre la exigencia un padre a su hija universitaria con tal de mantener refulgentes los oropeles intelectuales de la familia.
En este disco de producción despareja, la intensidad nunca se tutea con la sobreactuación, lo que hace llevaderos a su contenido en general y a canciones más "irrelevantes" socialmente como Kiss me a lot (pop sentimental) y Neal Cassady drops dead (alusión a la Generación beat con dudoso enfoque "industrial"). Esa puesta interpretativa, además, sirve para apuntalar el espíritu general de World is... en la despedida de la edición estándar: en Oboe concerto, Morrissey da por sentida que sólo la muerte puede mejorarnos.
Morrissey exagera su misantropía en World peace is none your business, una obra de producción despareja en la que canta mejor que nunca. Nuestro comentario.