El actor acaba de editar Salir a tocar, un álbum de versiones de clásicos del rock internacional. Dos opiniones encontradas al respecto. ¿De qué lado estás?
Hay yeites de estudio, mezcla con todos los condimentos, voz de Batman enculado, seducción vocal propia de quien sabe que habrá una legión de fans que recibirán el material del disco Salir a tocar –prolijo, correcto, con buena leche– chochos de la vida. Si la intención es aprovechar un camino transitado y logros conseguidos para explotar otras facetas, ¿cuál es el problema?
Arana ha tenido la deferencia de trabajar un disco de covers y no caer en el regodeo peligroso de escribir sus propias letras y tratar de imponerse como una revelación de “cansautor”. El tipo es titular y no suplente, y a diferencia de muchos otros actores/conductores/famosos que han hecho soberanos mamarrachos al entrar en un estudio de grabación, se nota que lo que busca con este disco es darse un gusto, y que eso no invalida que la mezcla de Salir a tocar es una apuesta fuerte a la calidad, no sólo un karaoke profesional.
Las canciones –todos clásicos versionados– son gancheras, invitan a tararear, a celebrar un resultado interesante. El muchacho con cabellera de propaganda de shampoo sale al ruedo con una banda sólida y funcional a esa búsqueda. Lo de la voz no es un dato menor: le da vida a esos clásicos del rock de todos los tiempos con una sorpresa gargantera: singular, melódica, cascada, con buen tono. Arana, que me disculpen los entendidos, se la banca.
El disco es una aventura, una exploración, muy a tono con su intento de poner la pata en el techo del Everest. Si uno se pusiera en existencialista podría decir que Arana se da los gustos en vida, y poco le importa si lo critican. El disco funciona. Y conseguirá romper varios corazones.
Misión cumplida.
Más allá de sus papeles en telenovelas, da la impresión de que Facundo Arana es buen tipo, un sujeto de lo más agradable al que le creemos cuando habla de las bondades de una crema para rejuvenecer la piel o concientiza sobre el derretimiento de los glaciares. Pero no tiene el mismo poder de convencimiento cuando se mete en la música de la forma en que lo hace con Salir a tocar.
El disco es un conjunto de covers cuyas versiones originales podrían ser descriptas por un locutor de voz grave como “grandes clásicos del rock y pop internacional”. Hay canciones de INXS, The Police, Roy Orbison... Todos esos temas que suenan regularmente en FM Aspen o nuestra Shopping Classics, sólo que en la voz de Arana se escuchan un poco raros, fundamentalmente en aquellos que tienen un trasfondo oscuro, como Creep, de Radiohead, cuyo narrador es un inadaptado social, o Knocking on Heaven’s Door, la balada de un moribundo que en esta nueva versión es representado por el actor y una chica más preocupada por mostrar sus dotes vocales que por interpretar la letra (podríamos ir más allá y plantear que la línea de armónica está más cerca de Maná que de Bob Dylan, pero tampoco hay que ser tan malos).
El sonido del disco es sobrio en su intención, como las bases ideales para el karaoke en una noche de bar, por eso también desconcierta cuando Arana se anima a un par de solos de saxo tenor, instrumento que podrá dominar en su técnica pero no tanto en su sentido de la oportunidad.
Si Salir a tocar era una cuestión de sacarse las ganas, bien por él. Es otro buen mensaje que le creemos.