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Crónicas en penumbra: Cófrades de la canción

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Lucas Heredia le pide a Verónica que le traiga un poco de ese mundo donde puede ser de luz. Seba Ibarra mira la ventana, luego la vereda, y de ahí toma hacia la izquierda y sale a darle la vuelta al mundo montado en un "chamamé científico". Los dos están a solas con su guitarra en un rincón de una ciudad, en Córdoba o en Resistencia; los dos habitan el país de la canción.

El ejercicio de la creación de un artista suele ser un acto en soledad, sobre todo si se trata de cantautores. Es uno y la sensibilidad abriéndose camino por la respiración, por los poros de los acordes.

Pero al final, siempre la soledad está menos sola de lo se piensa, pues, al menos, en alguna dimensión imprecisa hace contacto con otras soledades que están frente a la misma encrucijada. En este caso: la invocación a la fecundidad para hacer canciones con las palabras de este tiempo y en este lugar.

El sábado, se reunieron en el escenario de El Vecindario (Marcelo T. de Alvear 835), uno de los mojones de barrio Güemes en los que el clima para vivir una noche de inspiración forma parte de la carta. Lucas recibía a Seba como parte del ciclo "Hacia el país de la canción", un preciso nombre tomado de un tema de Gastón Testa, santafesino que canta entre nosotros.

A Lucas Heredia le basta con cerrar los ojos antes de que se diluya el primer acorde para poner su alma y las de los que lo escuchan en sintonía. Es como si su naturaleza fuera de sensibilidad expuesta: aflora sin pedir permiso.

Los que lo conocen saben que es un cantautor ejemplar: tiene un mundo interior empapado de sentimientos poéticos que expresa en la guitarra con muy buenos recursos y en la voz con un color y un temperamento que termina por cerrar una fórmula muy lograda. Escucharlo, es una experiencia valiosa (Luz de cerca, su último disco, es una muy buena foto de su arte).

Seba Ibarra, el visitante, carga en su mochila de cantautor el influjo de su paisaje de río, en el que el Paraná marca un inevitable pulso de chamamé, aún cuando los aires del compositor, como en este caso, se alimentan de brisas que vienen de muchas direcciones.El chaqueño, aferrado a una particular manera de llevar los acordes con la mano derecha dando golpecitos en las cuerdas ("es un riff, sí, como si tratara de capturar la manera de un acordeón", explica), pinta retratos lugareños, el vuelo imaginario de sus sentimientos y pequeños asombros de lo cotidiano como que un cuerpo tan tosco, con púas amenazantes, como el del palo borracho -samuhú, en guaraní-, suelte semillas aladas que se suspenden en el aire como copos de nieve.

Lucas es más urbano, lo suyo tiene más sabor a rock y su guitarra acústica suena con timbres de acero, pero también levanta las alas en una vidala. Como lo dirá luego, cuando el escenario ya se haya silenciado: "Hay una esquina en la que necesariamente nos encontramos fácilmente, porque somos del mismo país de la canción".

El final de una noche saludable para los sentidos y los sentimientos, sobrevendrá con una divertida y original "payada", en la que cruzaran fragmentos de canciones para calentar el duelo creativo.

Dormimos tranquilos: en algún rincón argentino hay un cantautor desvelado con una melodía en la punta de la palabra. Parece que está solo, pero es parte de la hermandad, de la cofradía del país de la canción.

Orquesta de objetos

Diego Clark, percusionista y vocalista, es algo así como un espíritu con un cuerpo, y no a la inversa. Su sentido musical lo lleva a vivir experiencias únicas, como entrar a una fábrica abandonada y salir de allí con instrumentos.

Así, los miércoles, en Cocina de Culturas (Julio A. Roca 491), presenta su Orquesta de objetos, un ensayo abierto a la participación. Sierras, llantas, resortes, patinetas, rulemanes, lámparas, son algunas de las cosas que suenan en ese viaje rítmico, que a veces se siente como un mantra (sucedió cuando tocó un set de ampollas de termo).Lo acompañan Manuel Pelliza, Santiago López, Matías Romero, aunque se suman más. La cosa termina cuando Diego pregunta la hora y recién se da cuenta de qué tarde se hizo.

En pleno barrio Güemes, en El Vecindario, la música y la inspiración se combinaron en una noche exquisita, en el marco del ciclo "Hacia el país de la canción".

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En pleno barrio Güemes, en El Vecindario, la música y la inspiración se combinaron en una noche exquisita, en el marco del ciclo 'Hacia el país de la canción'.
Lucas Heredia y Seba Ibarra, dos en sintonía (fotos de Sergio Cejas).
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El cordobés Lucas Heredia y el chaqueño Seba Ibarra compartieron en El Vecindario un verdadero encuentro de cantautores.

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